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Bizkaia y el Hierro. Marco histórico del puerto de Bilbao s. XIX
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Puente de San Antón, emblema de Bilbao anterior a la fundación de la villa
Resulta imposible separar la historia de Bilbao de la historia de su Puerto.

A finales del siglo XIII existía un enclave urbano cerca del Puente de San Antón, que ya era un centro de navegación y comercio.

Don Diego López de Haro, Señor de Bizkaia, fundó la villa de Bilbao en el año 1300 d.C . En el archivo histórico municipal se conserva la Carta Puebla que dice: “…fago en Bilbao de parte de Begoña nuevamente población e Villa que le dicen Puerto de Bilbao”. Es por ello, que se dice que Bilbao fue Puerto antes que villa.
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Grabado de la villa de Bilbao, Franz Hogenberg 1554
En 1511 se creó el Consulado de Bilbao, organismo primigenio del puerto nacido con el objetivo de gestionar y llevar a cabo trabajos para la mejora y encauzamiento de la ría (comenzando por el muelle de Portugalete, Las Arenas y la Mojijonera, y continuando a lo largo de toda la desembocadura).

Se puede decir que hasta mediados del siglo XIX, el movimiento portuario del Puerto de Bilbao reflejaba las características de la actividad tradicional que se realizaba en toda la comarca en siglos anteriores, como centro importador de productos primarios y exportador de artículos que provenían de las regiones circundantes. Por el Puerto de Bilbao se canalizaba el comercio de lana, aceite, cereales, vino, cueros…, pero sobre todo hubo uno, el hierro, que marcó para siempre la historia de Bizkaia.
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El calor del fuego, las chispas y el ruido del martillo al golpear la pieza de hierro candente era el escenario del duro trabajo de los ferrones
La explotación del mineral de hierro en Bizkaia ha sido conocida desde muy temprano en la historia. Y es que en Bizkaia se daban condiciones excelentes para la explotación de dicho mineral por su abundancia y buena calidad, pero también por los numerosos bosques de frondosas, hayas y robles, con los que se elaboraba el carbón vegetal empleado para fundir el hierro, y las abundantes corrientes de agua que accionaban los fuelles y martinetes.

Inicialmente las ferrerías se situaron en zonas de montaña por la proximidad de los bosques, pero a partir del siglo XV con la aplicación de la fuerza hidráulica pasaron a situarse cerca de los ríos.

Los productos de las ferrerías vizcaínas fueron conocidos en toda Europa por su gran calidad, tanto es así que en una de las afamadas obras de William Shakespeare, “Hamlet”, se nombran los bilbaos (bilboes), que eran unos grilletes especiales utilizados contra los marineros amotinados.
Esta época de esplendor se desvaneció a finales del siglo XVIII, cuando la siderurgia tradicional entró en una crisis de la cual solo pudo salir mediante la renovación tecnológica.

En el siglo XIX, Bizkaia experimentó una importante transformación económica, social, cultural y política de la mano del hierro de sus montes.

Tras la Segunda Guerra Carlista se implantó en Bizkaia la Ley Estatal de Minas, que favorecía la concentración y explotación exhaustiva de los yacimientos. Ello unido a la aparición del convertidor Bessemer (horno que permitió la fabricación en serie de lingotes de acero de superior calidad y a bajo coste) llevó la gran revolución a la minería y siderurgia vizcaínas.
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La buena calidad del mineral, su fácil explotación y su cercanía a la costa, fueron las razones determinantes que atrajeron a las grandes compañías extranjeras a las minas vizcaínas. Los “Montes de Hierro” se corresponden con las alineaciones de los Montes de Triano, el Alto de Galdames y el cordal del Sasiburu.

En las entrañas de las Encartaciones de Bizkaia se encontraba el mayor yacimiento de mineral de hierro de Europa a cielo abierto, un filón de riqueza extrema de 25 kilómetros de longitud que se extendía paralelo a la costa en el extremo noroeste del territorio histórico. La rentabilidad de la explotación se acentuó aún más debido a que el mineral se hallaba en superficie y los tipos de hierro de más pureza estaban en la parte superior de los filones, llamada txapela o montera.

La proximidad del mar a la zona minera aceleró la explotación y favoreció la llegada de Compañías europeas, la creación de una potente siderurgia, los Altos Hornos, la industria naval más moderna y la Banca más reluciente.

En 1872, comerciantes, mineros, navieros e industriales se unieron para formar la Junta de Obras del Puerto y Ría de Bilbao, con el objetivo común de poner fin a la situación de bloqueo en que se encontraba el Puerto, el cual tenía un problema histórico en el estuario de la ría, en la conocida y temida barra de Portugalete, que desde tiempos inmemoriales había sido el principal enemigo de la navegación: bancos de arena móviles que dificultaban el acceso de los buques al puerto periódicamente, llegando a imposibilitarla en ocasiones de mareas bajas o en los meses invernales.

Gracias al importante volumen de mineral que se expedía a través del Puerto, la Junta contó con los medios económicos suficientes para efectuar las obras. Sólo en los últimos treinta años del siglo XIX se extrajeron 90 millones de toneladas de mineral de hierro procedente de las minas vizcaínas de las que cerca de 70 fueron exportadas a Inglaterra para satisfacer la demanda de la siderurgia británica.
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Muelle de Hierro, silencioso protagonista del Puerto de Bilbao
El hierro marcó el punto de inflexión en el desarrollo futuro de lo que hoy es el Puerto de Bilbao, que bajo la dirección del ingeniero Evaristo de Churruca inició la construcción de las grandes infraestructuras portuarias que hoy conocemos.

Al tomar posesión de su cargo, Evaristo de Churruca analizó los problemas del puerto y otorgó prioridad a la solución del creado por la barra, decidiéndose tras concienzudos estudios, por la construcción de un dique de 820 metros ligeramente curvado que prolongara el muelle de Portugalete (hoy Muelle de Churruca) a partir de la torre de señales que entonces marcaba la entrada al puerto. Para la construcción de la infraestructura, que entonces se enfrentaba a la mar abierta, no disponía ni de dinero ni de tiempo en exceso, por lo que se decidió por levantar un muelle de hierro (cuyo montaje se encargó a La Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona) cimentado sobre pilotes de rosca, que poco más tarde optó por modificar en los 200 metros finales, construyendo un dique tradicional de obra de fábrica, con mayor anchura y altura que los iniciales.
Con su diseño, de limpia y simple apariencia, Evaristo de Churruca estrechó el cauce del río, aprovechó la fuerza natural del flujo del agua y la condujo contra la barra de arena acumulada por mareas y corrientes. Con la naturaleza trabajando a su favor, en pocos meses consiguió lo que años de dragado no habían logrado. Sentó un precedente para la ingeniería marítima, hasta entonces perdedora en una inútil lucha contra la acumulación de arenas. Una pequeña obra maestra, ejemplo de eficacia, economía de medios y sentido práctico.
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Evaristo de Churruca (1841-1917). Derecha: Monumento a Churruca en el muelle de la Mojijonera en Las Arenas (Getxo). Representa al Hombre y al Mar. La pierna de Neptuno, dios mitológico de las aguas, sujeta una gran piedra. Simboliza la lucha del hombre contra el mar
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Muelle de Hierro en Portugalete
Este dique eliminaba definitivamente los problemas de acceso marítimo en la ría al sortear la temida barra de arena en Portugalete y permitió la entrada de buques de mayor porte, consiguiendo rebajar los fletes y convirtiendo al Puerto de Bilbao en uno de los mejores y más seguros de la península.
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Plano de 1731 de la desembocadura de la ría donde se aprecia la barra de Portugalete
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El muelle de Hierro eliminó definitivamente la temida barra de arena
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Puente Bizkaia, gigante de hierro que une ambas márgenes
En 1893, entra en servicio otra obra fundamental en esta nueva “edad de hierro”: el Puente Bizkaia (conocido popularmente como “Puente Colgante”).

El puente, obra del arquitecto vizcaíno Alberto de Palacio, une las márgenes de la ría del Nervión entre Portugalete y Getxo, una orilla escarpada y rocosa, y la otra baja y arenosa en su origen. El Puente Bizkaia sintetiza los nuevos avances tecnológicos de la arquitectura del hierro y el ferrocarril de su tiempo, para crear una invención original, bella y armoniosa, capaz de solucionar las necesidades del transporte de viajeros adaptándose a un emplazamiento de orografía difícil y con complejos problemas de tráfico naval.
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Tranvía aéreo minero, su filosofía de transporte fue heredada por el Puente Bizkaia
La construcción es representativa de unos materiales, una técnica y estética singulares del pasado. Se ha mantenido siempre en un estado de conservación correcto, sin dejar de funcionar y cumpliendo con extraordinaria eficiencia su objetivo inicial.

Su excepcional valor universal se deriva por ser el primer puente colgante transbordador construído en el mundo y haber servido como modelo o fuente de inspiración para otros muchos puentes de características similares en Europa, África y América, siendo a día de hoy, el mejor conservado de todos ellos.

Representa el punto culminante de la larga tradición cultural vizcaína vinculada a la elaboración y el uso del hierro.

El puente es un símbolo de Bizkaia, una maravilla de la ingeniería de su tiempo y uno de los grandes monumentos de la Revolución industrial. El Puente Bizkaia es un puente transbordador y colgante, epígono de los tranvías aéreos mineros, y un ejemplo sobresaliente de minimalismo arquitectónico.
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Vista de la barquilla desde la pasarela superior
Consiste en una estructura metálica formada por cuatro torres de celosía de hierro laminadas en taller y unidas por remaches introducidos en caliente, atirantadas con cables y enlazadas dos a dos, con una altura total de 51 metros.

El tablero superior, de 160 metros de longitud, está suspendido a 45 metros de altura sobre el nivel del mar en la pleamar (era la altura mínima libre según los convenios de navegación internacionales de la época). Por ese tablero rueda, a fin de no interferir en la navegación, un carretón mecánico del que pende un plataforma situada al nivel de las riberas; se trata de la barquilla, capaz de transportar una docena de automóviles y dos centenares de personas.
La construcción del Puente de Vizcaya se debió a la necesidad de unir los balnearios existentes en ambas márgenes de la ría, destinados a la burguesía y a los turistas de finales del siglo XIX, en un momento histórico de extraordinario desarrollo económico e industrial.
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La burguesía acomodada de la época paseando por el muelle de Portugalete
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La playa de Portugalete junto al inicio del muelle de hierro, era la zona de recreo de la burguesía de la época que pasaba temporadas en el balneario
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En 2006, el Puente Bizkaia fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco
La estructura metálica del puente ha estado desde el principio cubierta por pintura negra (o, en algunas temporadas, gris humo) pero este color hace que la estructura absorba más radiación térmica, lo que causa dilataciones más bruscas que deterioran algunas piezas.

En 2010 se aprobó un proyecto de restauración que incluía un cambio de color. Se propusieron tres tonos, similares a los de tres minerales de hierro de los cercanos Montes de Triano: El campanil de Gallarta, la blenda Triano y la vena roja hematites de Somorrostro. Finalmente, tras una votación popular fue elegido el color rojizo de la vena de Somorrostro (código RAL 3005; RGB 94-33-45).
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En 2010 el Puente cambió de color por el denominado “Vena roja de Somorrostro”
El hierro, que durante la segunda mital del siglo XIX era considerado el más poderoso símbolo del progreso de la Historia, fue el detonante de una nueva era en Bizkaia.

El Puente Bizkaia fue considerado desde el primer momento como el arco del triunfo de esta naciente civilización industrial.

Este período de esplendor económico es el preámbulo, la antesala, donde se dieron las circunstancias idóneas para el desembarco del football en Bizkaia.